Wadei Ahmed

La infancia: Sembrar las semillas del odio

Crecí en una familia cristiana de Alejandría, donde mi padre era predicador de la Sociedad de Amigos de la Biblia. Trabajaba evangelizando en pueblos y zonas pobres para atraer a los musulmanes empobrecidos al cristianismo. Desde pequeño, mi padre insistió en que me uniera a los diáconos a los seis años y asistiera regularmente a las clases de la Escuela Dominical, donde nos inculcaron semillas de odio y animadversión hacia los musulmanes.

La juventud: La maduración del odio negro

Cuando cumplí dieciocho años, me convertí en profesor de la escuela dominical y en instructor de diáconos. Tuve que asistir a clases de predicación en la iglesia y hacer visitas periódicas a monasterios, sobre todo en verano, donde traían a especialistas para atacar el islam, el Corán y al profeta Mahoma (la paz sea con él).

En una de estas reuniones veraniegas, el sacerdote explicaba cómo el Corán estaba lleno de contradicciones, citando sólo la mitad de un versículo como "No os acerquéis a la oración..." y omitiendo el resto del versículo, que completa el significado correcto. También interpretaban la palabra "Nikah" como adulterio o sodomía, y hablaban de cómo el profeta Mahoma (la paz sea con él) tomó sus enseñanzas del monje Bahira y luego las distorsionó para inventar el islam.

Estas informaciones suscitaban preguntas desconcertantes entre los jóvenes, yo incluido. Un día, tuve la siguiente conversación con el cura:

Juventud cristiana: "¿Qué piensas de Mahoma (la paz sea con él)?" Sacerdote: "Es un genio y un hombre inteligente". Jóvenes: "Hay muchos genios como Platón, Sócrates y Hammurabi, pero no tuvieron seguidores ni una religión que se extendiera tan rápidamente. ¿Por qué?" Sacerdote: (duda en responder)

Siempre hacía preguntas como:

Jóvenes: "¿Qué piensas del Corán?" Sacerdote: "Es un libro que contiene historias de los profetas e insta a la gente a las virtudes, pero está lleno de errores". Jóvenes: "¿Por qué tenéis miedo de que lo leamos y por qué consideráis incrédulo a cualquiera que lo toque o lo lea?". Sacerdote: "Cualquiera que lo lea es un incrédulo sin explicar por qué".

Hacia el Islam

En 1981, empecé a debatir con mi vecino musulmán Ahmed Mohammed Al-Demerdash Hijazi sobre la justicia en el islam. Un día me preguntó: "¿Tenéis algo parecido en el cristianismo?". Le respondí sinceramente: "No, no lo tenemos". Esta conversación me empujó a reflexionar profundamente sobre el Islam y sus leyes precisas.

Entre 1982 y 1990 trabajé como médico en el Hospital de Tórax de Kom El-Shuqafa. El Dr. Mohammed Al-Shatibi comentaba con frecuencia los hadices del Profeta Muhammad (la paz sea con él) con sus colegas. Al principio sentí envidia, pero con el tiempo me encantó escuchar esos hadices tan bien redactados y llenos de significado, y empecé a sentir que este hombre era un gran profeta.

¿Era musulmán mi padre?

Empecé a descubrir conmociones ocultas sobre mi padre. Había abandonado por completo las iglesias, la predicación y las sociedades misioneras, y se negaba a besar las manos de los sacerdotes. No creía en el cuerpo y la sangre (pan y vino), y dormía los viernes por la mañana, luego se bañaba y salía a mediodía. De su boca empezaron a salir frases nuevas como "Busco refugio en Alá del maldito Satán" y "No hay poder ni fuerza salvo con Alá". Tras su muerte en 1988, encontré en su Biblia trozos de papel que indicaban errores en los Evangelios y sus correcciones. También encontré la Biblia de mi abuelo (el padre de mi padre), una edición de 1930, que explicaba completamente los cambios hechos por los cristianos, como cambiar "Maestro" y "Maestro" por "Señor."

El camino a la mezquita

Me sentí atraído por las mezquitas, que no se parecían en nada a las iglesias llenas de bancos, cuadros e instrumentos musicales. El culto en las mezquitas consistía simplemente en inclinarse y postrarse sólo ante Alá. Decidí leer el Corán, así que compré un ejemplar, me bañé y empecé a leerlo. No encontré en él lo que nos habían enseñado en la iglesia.

La visión

Un día, me dormí con el Corán a mi lado. Cerca del amanecer, vi una luz en la pared de la habitación y apareció un hombre de rostro radiante que señalaba el Corán antes de desaparecer. Sentí que ese hombre era el Profeta Muhammad (la paz sea con él), indicando que el Corán es el camino de la luz y la guía.

Declaración del Islam

Fui a la Dirección de Seguridad -Departamento de Asuntos Religiosos- para someterme a Alá. Recé en la iglesia de San Jorge y San Antonio y me confirmé a mí mismo que estaba en el buen camino. Tras una larga lucha con la burocracia, mi conversión al islam quedó oficialmente registrada en la notaría en agosto de 1992.

Dificultades tras la conversión

Tras declarar mi conversión al islam, me enfrenté a muchas dificultades. Mi familia me boicoteó y mi padre se negó a darme mis derechos financieros de mi parte en una empresa que poseíamos juntos. Sin embargo, no me importó, entré en el Islam con las manos vacías, pero Alá me compensó con la hermandad del Islam, y encontré un trabajo que me proporcionaba unos buenos ingresos.

La nueva vida

Lo único que espero ahora es ser un musulmán beneficioso para los demás y contribuir con mis conocimientos del cristianismo y el islam a la llamada a la religión de Alá.

Oh Allah, déjame vivir en el Islam y morir en la fe. Oh Allah, haz que mi descendencia después de mí sea devota, adore, tema Tu desobediencia y se acerque a Ti con obediencia. Nuestra última súplica es que todas las alabanzas sean para Allah, el Señor de los mundos.

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